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1° de Noviembre:  Solemnidad de Todos los Santos

     Las celebraciones anuales de la Solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de todos los fieles difuntos, nos invita a contemplar a la Iglesia en su forma más amplia: la Iglesia que vive en el Cielo (los bienaventurados), la Iglesia que aguarda en los umbrales del cielo limpiarse para entrar (las almas del purgatorio) y la Iglesia que camina por el mundo hacia el Cielo (cada uno de nosotros bautizados). El 1° celebramos a los Santos del Cielo, el 2 rezamos por los que aguardan en las puertas del cielo y ambas celebraciones nos tiene a nosotros por actores que somos los que queremos ser santos desde la Iglesia que está en la tierra yendo hacia la eternidad de Dios. 

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               El 1° de celebramos a todos los santos, en primer lugar a los que están inscriptos en el Calendario de la Iglesia porque han sido Canonizados y son los que conocemos con nombres e historias y curas imágenes en los templos nos recuerdan sus vidas y sus testimonios nos sirven para imitarlos y así imitar a Cristo, pero sabemos por la fe que los santos no son una exigua casta de elegidos, sino una muchedumbre innumerable hacia la que la liturgia nos exhorta el 1° de noviembre a elevar nuestra mirada. Pero en esa muchedumbre no sólo están los santos reconocidos de forma oficial, sino también los bautizados de todas las épocas y naciones, que se han esforzado por cumplir con amor y fidelidad la voluntad divina. De gran parte de ellos no conocemos ni el rostro ni el nombre, pero con los ojos de la fe los vemos resplandecer, como astros llenos de gloria, en el firmamento de Dios, finalmente de entre ellos hay algunos que sí conocemos sus nombres, son todos los que vivieron con nosotros y ahora después de la muerte viven para siempre en la presencia de Dios, estos pueden ser nuestros padres, abuelos, tíos, familiares y amigos que ya han partido hacia la casa del Padre. 

 

El autor del libro del Apocalipsis los describe como "una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua" (Ap 7,9). Este pueblo comprende los santos del Antiguo Testamento, desde el justo Abel y el fiel patriarca Abraham, los del Nuevo Testamento, los numerosos mártires del inicio del cristianismo y los beatos y santos de los siglos sucesivos, hasta los testigos de Cristo en nuestro tiempo. A todos los une la voluntad de encarnar en su vida el Evangelio, bajo el impulso del eterno animador del pueblo de Dios, que es el Espíritu Santo. 

 

Este es el significado de la solemnidad de Todos los Santos: al contemplar el luminoso ejemplo de los santos, suscitar en nosotros el gran deseo de ser como los santos, felices por vivir cerca de Dios, en su luz, en la gran familia de los amigos de Dios. Ser santo significa vivir cerca de Dios, vivir en su familia. Pero, ¿cómo podemos llegar a ser santos, amigos de Dios? A esta pregunta se puede responder en primer lugar: para ser santos no es preciso realizar acciones y obras extraordinarias, ni poseer carismas excepcionales. Luego viene la respuesta más positiva: es necesario, ante todo, escuchar a Jesús y seguirlo sin desalentarse ante las dificultades. "Si alguno me quiere servir (nos dice a cada uno), que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará" (Jn 12,26).

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ORACIÓN A LOS SANTOS ARGENTINOS

Oh Dios, fuente de toda santidad, que nos acogiste antes de la creación del mundo para ser santos, concede una mayor abundancia de gracia a todo el pueblo argentino, para que podamos realizar confiadamente este mandato tuyo, cumpliendo tu divina voluntad. 

Asimismo, dígnate glorificar a los siervos tuyos que, por el ejemplo de su vida y su valiosa intercesión, más nos pueden estimular y ayudar para que perseveremos con ánimo constantemente renovado en el camino de la santidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Porque hoy nos permites honrar a la Ciudad santa, la Jerusalén celestial, que es nuestra madre,
donde una multitud de hermanos nuestros ya te alaba eternamente. 
Nosotros, peregrinos, avanzando en la fe, nos encaminamos con entusiasmo hacia ella y nos alegramos al celebrar hoy la gloria de los hijos más insignes de la Iglesia; en ellos nos concedes, al mismo tiempo, ejemplo y ayuda para nuestra fragilidad.

Por eso, unidos a ellos y a todos los ángeles, te glorificamos unánimemente y te alabamos con nuestras voces, cantando: Santo, Santo, Santo...

Prefacio Propio de la Misa de Todos los Santos

La gloria de la Iglesia, nuestra Madre

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