
El 2 de noviembre nos trae a nuestra memoria a todos los que han muerto y que su partida nos ha entristecido porque nos separamos de ellos, y nos duele su ausencia, pero la fe nos conforta íntimamente al pensar que, como sucedió al Señor Jesús, y siempre gracias a El, la muerte ya no tiene poder sobre ellos (cf. Rm 6,9). Pasando través del Corazón misericordioso de Cristo, han entrado "en un lugar de descanso" (Sb 4,7) y aunque ya salvados muchos tal vez tengan que limpiarse antes de entrar al Cielo en el Purgatorio y así avanzar cuando este completa hacia la visión de Dios. Los muertos ya no pueden hacer actos que le sirvan para adelantar esa espera. Pero nosotros sí podemos hacerlo por ellos y por eso la Iglesia nos invita con insistencia a rezar y a ofrecer sufragios por los fieles difuntos que aguardan en el Purgatorio.
¿Quiénes son los que aguardan en el Purgatorio? Son hermanos nuestros en la fe, que también como nosotros han sido partícipes de la fragilidad propia de todo ser humano, allí pueden estar nuestros familiares, amigos y conocidos, esperando ser lavados y nosotros desde la tierra tenemos el agua de purificación para ellos. Los ayudamos cuando, en primer lugar, hacemos celebrar por ellos la Santa Misa, que tiene un valor infinito, es lo más importante que tenemos que ofrecer por los difuntos porque les aplicamos todos los méritos de Jesús a cada uno de ellos. También podemos ofrecer por ellos las indulgencias que ganamos nosotros en la tierra, nuestra oraciones, de modo especial el Santo Rosario, la limosna, el trabajo, el dolor, las contrariedades, etc. Estos sufragios son la mejor manera de manifestar nuestro amor a los que nos han precedido y esperan su encuentro con Dios; de modo particular hemos de orar por nuestros parientes y amigos. Sentimos el deber que es a la vez una necesidad del corazón de ofrecerles la ayuda afectuosa de nuestra oración, a fin de que cualquier eventual residuo de debilidad humana, que todavía pudiera retrasar su encuentro feliz con Dios, sea definitivamente borrado. Pero recordemos que el Purgatorio no es un infierno menor, sino la antesala del Cielo, donde el alma ya salvada se limpia y esclarece para resplandecer con Dios eternamente.
PARA REZAR POR LOS DIFUNTOS
Encender una vela delante de una cruz y rezar:
Confiados, Señor, en tu misericordia, te pedimos por nuestro hermanos difuntos (decir los nombres) Recíbelos en tu casa, para que puedan gozar de tu presencia y merezcan alcanzar la felicidad eterna. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro...
Dales Señor el descanso eterno. Y brille para ellos la luz que no tiene fin.
Que sus almas y las de todos los fieles difuntos por la misericordia de Dios: Descansen en paz. Amén.
INDULGENCIA PLENARIA EN FAVOR DE LOS FIELES DIFUNTOS
Visitas a Iglesias u Oratorio: Se concede indulgencia plenaria, aplicable sólo a las almas del purgatorio, a los fieles cristianos que, el día en que se celebra la Conmemoración de todos los Fieles Difuntos, visiten piadosamente una iglesia u oratorio. Dicha indulgencia podrá ganarse desde el 1° de noviembre hasta la noche del día 2 de noviembre. En esta piadosa visita, se debe rezar un Padrenuestro y Credo, además de las condiciones de costumbre.
Visitas al cementerio: Se concede indulgencia plenaria, aplicable sólo a las almas del purgatorio, a los fieles cristianos que visiten piadosamente un cementerio y oren (aunque sea mentalmente) por los difuntos los días 1° al 8 de noviembre.
Condiciones de costumbre (para todas las indulgencias plenarias): Para alcanzar una indulgencia plenaria además de realizar la obra u oración indulgenciada, hace falta cumplir tres condiciones generales: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Papa. Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después. La oración por las intenciones del Papa se realiza rezando a su intención un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
ORACIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN PARA REZAR POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
¡Virgen Santa! Durante toda mi vida habéis sido mi tierna Madre; Vos me habéis obtenido gracias sin número en todos los peligros y en todas mis penas, y Vos no me abandonaréis en la hora terrible de mi muerte. Mas hoy os pido una gracia especial, como bondadosa consoladora de los afligidos, y es la de que tengáis piedad de las desgraciadas almas que el reato de culpas retiene cautivas en el fuego del Purgatorio. Vos, amantísima Reina del Carmelo, me habéis permitido que os llame mi buena y dulce Madre: sedlo también de las infortunadas almas por las cuales yo suplico a vuestro corazón tan compasivo. Dejaos conmover por mis lágrimas y mis plegarias, para que los sufridos lamentos que parten de aquel lugar de tristeza y de miseria lleguen hasta Vos, y, cual piadosa medianera entre Dios y las almas que están allí detenidas, obtener su pronta liberación. Esta es la gracia que os solicito ¡oh Madre de Dios! y que os ruego concedáis á vuestros hijos.
No dejéis de utilizar el poder que se dignó concederos vuestro Unigénito Hijo, especialmente en el día vuestro del sábado. Amén.
